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lunes, 22 de abril de 2024

🔼 SPIELBERG TENÍA RAZÓN: EL TRICERATOPS IBA EN MANADA


Una investigación demuestra que cinco dinosaurios de tres cuernos vivieron y murieron juntos


En el verano de 2013 en Wyoming, el equipo del Naturalis Biodiversity Center de Holanda buscaba un Tiranosaurio. En su lugar, encontraron un Triceratops: el famoso dinosaurio con los tres cuernos y una gran placa protectora rodeando el cuello. Y luego encontraron otro. Y otro más. Y más. La excavación se convirtió en un proyecto que duraría más de diez años.


En total, desenterraron 1.200 huesos y fragmentos de huesos de al menos cinco individuos. Un equipo de paleontólogos y técnicos profesionales y voluntarios pasó años sacándolos de la cantera. Se contrató a un investigador para estudiar los fósiles: ¿cómo acabaron allí, juntos, estos dinosaurios muertos? ¿Qué nos dicen sus huesos sobre su vida y su muerte? Ese investigador ha alcanzado ahora un hito: el miércoles 27 de marzo, el paleontólogo Jimmy de Rooij espera recibir el título de Doctor por la Universidad de Utrecht.


«El material es de muy buena calidad», reflexiona De Rooij sobre la historia de dinosaurios detectives que es su tesis doctoral. «Esto nos permitió demostrar que estos triceratops crecían muy lentamente, por ejemplo». Los detalles del lecho óseo indican que los cinco dinosaurios murieron juntos, posiblemente sumergidos en un pantano. Se encuentran en una fina capa de roca, sin huesos de otras especies.


La investigación de las propiedades físicas y químicas de los cientos de dientes de triceratops habla de una existencia migratoria, que fue la misma para los cinco dinos. En otras palabras: esta especie de dinosaurio formaba equipo, al menos ocasionalmente. «Y eso, por supuesto, lleva a todo tipo de nuevas preguntas», dice De Rooij: «¿Cómo de complejo era este comportamiento social, exactamente?».


La supervisora de De Rooij, la profesora Anne Schulp (Naturalis/Universidad de Utrecht), está muy contenta con toda la trayectoria desde la excavación hasta la ceremonia de defensa. «Naturalis, el museo nacional de historia natural de los Países Bajos, tiene ahora el mayor hallazgo de triceratops del mundo, y la Universidad de Utrecht tiene el primer Dr. Triceratops de los Países Bajos».


El trabajo de De Rooij no sólo ha dado lugar a artículos de investigación, sino también a una exposición sobre sus hallazgos. A partir de octubre, la exposición se inaugurará en Naturalis -y dará el pistoletazo de salida a la gira mundial-, donde los cinco triceratops se muestran tal y como vivieron y murieron hace 67 millones de años: juntos».

ENLACES:

https://quo.eldiario.es/naturaleza/q2403012401/spielberg-tenia-razon-el-triceratops-iba-en-manada/

martes, 16 de abril de 2024

🔼 Las medusas peine fueron los primeros animales de la Tierra

 Mapas genéticos detallados proporcionarían pruebas de que las llamadas medusas peine son las ‘hermanas’ de todos los demás animales


Ctenóforo o medusa peine. En la imagen, una Hormiphora californensis. | MBARI / Darrin Schultz

Más de un siglo les ha tomado a varias generaciones de investigadores averiguar cuál era la rama más antigua del árbol genealógico de los animales, ese primer organismo diferenciado del mundo vegetal que pudo haber dado lugar a la diversa variedad de fauna existente en el mundo actual, incluidos los humanos.


Con los avances de la ciencia y la tecnología se fueron despejando hipótesis hasta llegar a dos posibilidades en la bifurcación primigenia, que señalaban a las esponjas y a las medusas peine, también conocidas como ctenóforos.


Estos dos grupos atípicos de especímenes eran los que estaban más lejanamente emparentados del resto de los animales. A su vez, podían ser considerados grupos hermanos entre sí, si bien las esponjas pasan toda su vida adulta en un mismo lugar, filtrando el alimento del agua de mar, y las medusas peine son depredadoras voraces que se desplazan por los océanos del mundo en busca de alimento.


Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Nature demostraría que fueron los ctenóforos (medusas peine) el primer linaje que se separó en el árbol animal. Le siguieron las esponjas y, posteriormente, llegó la diversificación de todos los demás animales, abarcando al linaje humano. Para dar con la respuesta, los expertos utilizaron un novedoso enfoque basado en la estructura cromosómica transmitida desde aquellas primeras criaturas.


El equipo —integrado por investigadores del Monterey Bay Aquarium Research Institute (MBARI), de la Universidad de California (Berkeley y Santa Cruz) y de la Universidad de Viena— mapeó conjuntos de genes que siempre se encuentran juntos en un mismo cromosoma, desde humanos y hámsters hasta cangrejos y corales, para demostrar claramente que los ctenóforos son el grupo hermano de todos los demás animales.


Este trabajo determinó, en efecto, que el linaje de los ctenóforos se ramificó antes que el de las esponjas, por lo que ambos grupos de animales siguieron evolucionando a partir de su antepasado común. No obstante, los biólogos evolutivos creen que estos grupos siguen compartiendo características con los primeros ejemplares de sus especies.

Según explican en la nota con la que presentan el hallazgo, comprender las relaciones entre animales nos ayudará a entender cómo surgieron los primeros ejemplares de fauna y de qué manera han evolucionado a lo largo del tiempo hasta llegar a la diversidad de especies que vemos hoy, así como el desarrollo de características clave de nuestra anatomía, como el sistema nervioso o el tubo digestivo.


Definir a un animal

«El antepasado común más reciente de todos los animales vivió probablemente hace 600 o 700 millones de años. Es difícil saber cómo era porque se trataba de animales de cuerpo blando y no dejaron un registro fósil directo. Pero podemos utilizar comparaciones entre animales vivos para aprender sobre nuestros antepasados comunes», afirma Daniel Rokhsar, profesor de Biología Molecular y Celular de la Universidad de California en Berkeley y coautor del artículo junto con Darrin Schultz y Oleg Simakov, de la Universidad de Viena.

«Hemos desarrollado una nueva forma de mirar atrás, hacia los orígenes de la vida animal; utilizamos la genética para viajar en el tiempo unos mil millones de años y obtener las pruebas más sólidas hasta ahora para responder a una pregunta fundamental sobre los primeros acontecimientos en la evolución animal», sostiene, por su parte, Darrin Schultz.


Ante la falta de fósiles, los investigadores compararon genomas de antepasados muy tempranos.


Se sabe que las medusas, las anémonas de mar, las esponjas y los ctenóforos tienen constituciones corporales más simples que las de los gusanos, moscas, moluscos y vertebrados, en general. Carecen de un cerebro definido y pueden incluso no tener sistema nervioso ni músculos, pero comparten las características de la vida animal, sobre todo el desarrollo de cuerpos pluricelulares a partir de un huevo fecundado.

Las relaciones evolutivas entre estas diversas criaturas y, específicamente, el orden en que cada uno de los linajes se ramificó a partir del tronco principal del árbol animal de la vida, han sido controvertidas. Con el auge de los análisis de ADN ya es posible comparar las secuencias de genes compartidas para elaborar un árbol genealógico que ilustra cómo evolucionaron los animales y sus genes a lo largo del tiempo, desde que surgieron los primeros organismos, en el Precámbrico.


«Esta investigación nos da un contexto para entender qué hace que los animales sean animales, puesto que nos ayuda a comprender las funciones básicas que todos compartimos», destaca el autor principal.


Detectar el eslabón original

Todos los genes de un animal están organizados en secuencias en los cromosomas. La localización de una secuencia genética individual puede mutar con el tiempo, pero los cambios en los enlaces entre genes de un cromosoma concreto son raros y, en gran medida, irreversibles.


Cuando Schultz y sus colaboradores examinaron el genoma a escala cromosómica de las medusas peine, observaron una agrupación de genes muy diferente de los patrones de otros animales. Y, lo que es más importante, hallaron patrones de genes compartidos entre los ctenóforos y tres organismos unicelulares no animales, mientras que esos patrones se han mezclado en todos los demás animales, desde las esponjas hasta los gorriones.


Lo representan cómo un organismo unicelular solitario, el antepasado de todos los animales, con dos crías. Una de ellas evolucionaría hasta convertirse en las medusas peine, con los genes de sus cromosomas manteniéndose a lo largo del tiempo en un orden específico y sin cambiar mucho. Por el otro lado, la otra cría podría haber ido evolucionando hasta convertirse en esponjas y en todos los demás animales tal y como los conocemos hoy. En este segundo caso, muchos de los genes de sus cromosomas se reorganizaron y fusionaron. Y como estos reordenamientos son irreversibles y se transmiten de generación en generación, son detectables incluso en la actualidad.


Al rastrear estos reordenamientos, el equipo encontró pruebas claras de que las medusas peine, y no las esponjas, constituyen el grupo hermano de todos los demás animales. «Las huellas de este antiguo acontecimiento evolutivo siguen presentes en los genomas de los animales cientos de millones de años después», concluye Schultz.

ENLACES:

https://theobjective.com/sociedad/ciencia/2023-05-18/medusas-peine-tierra/

domingo, 22 de octubre de 2023

🔼 El extraño caso de los dinosaurios momificados

  • La preservación de tejidos blandos es una de las formas de fosilización que más fascina a los paleontólogos, por toda la información que revelan esas momias naturales y por el reto de explicar cómo se formaron


La momia del dinosaurio acorazado 'Borealopelta Markmitchelli' es la mejor conservada del mundo.

En un universo de piedra, una momia de dinosaurio simboliza la nostalgia de lo blando. El anhelo de los paleontólogos que viven en un mundo ciego, obligados a imaginar el color, la textura y las entrañas de seres intocables sobre los que versan todas sus preguntas. Hasta que, cada tanto, emerge de las rocas una respuesta de piel y huesos. Como el Borealopelta markmitchelli, un acorazado herbívoro único en su especie, de 1.300 kilos, cubierto de gruesas púas y que ahora parece una gárgola dormida en una vitrina del Museo Royal Tyrrell, en Canadá.

Ese nodosaurio, descrito en 2017, es una momia: el Tutankamón de los dinosaurios. Su excepcional estado de conservación a lo largo de 112 millones de años lo ha convertido en una de las joyas más fascinantes de la paleontología, que permite a los investigadores indagar en uno de los procesos más intrigantes de la fosilización: la momificación natural.

Una de las explicaciones más extendidas para este fenómeno es la del enterramiento rápido, que habría protegido al cuerpo de la carroña y de la degradación biológica. El paleontólogo argentino Juan Ignacio Canale, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de ese país, ayuda a entender ese proceso en una videollamada desde la Patagonia: “Se habla de momia cuando, además del esqueleto, hay alguna parte blanda preservada. Es un tipo de fosilización singular, más allá de lo excepcional que ya es en sí, porque si el reciclado de la materia siguiera su curso natural y perfecto, no existirían los fósiles”, explica este experto.

La momificación es el único proceso capaz de resguardar órganos y aportar certezas a la imaginación científica. “Lo que tiene de interesante y de especial es que preserva partes blandas que se suelen descomponer muy rápido y eso da un montón de información, que de otra forma quedaría sujeta a la interpretación de los paleontólogos”, subraya uno de los padres del Meraxes gigas antes de enumerar una serie de misterios sin resolver en otros tipos de fosilización: “¿Cómo era la piel? ¿Cómo era el escamado? ¿Tenían plumas, filamentos, pezuñas o garras?”, indaga el investigador asumiendo la cualidad esquiva de las respuestas.

Es como si nunca hubiéramos visto un elefante: ante su esqueleto, no podríamos saber cómo era la forma de la trompa ni su longitud o dudar, incluso, de la existencia misma de su singular nariz. Eso, cuenta Canale, es exactamente lo que ocurre con la macrauquenia, semejante a un guanaco de la región pampeana argentina (que aparece en la primera película de La edad del hielo). Tenía las narinas retraídas en el cráneo y sus recreaciones dispares reflejan esa incertidumbre. “Tenemos maneras de inferir algunas partes blandas, pero son inferencias, no las vemos. En el caso de las momias, sí. Por eso son tan valiosas, llaman tanto la atención y, aunque sea difícil, todos los paleontólogos queremos encontrar una”, confiesa Canale.

Para que la momificación natural sea viable, es necesario que haya unas condiciones ambientales específicas, donde sea imposible la existencia de cualquier necrófago, y que el cadáver yazca inmutable durante millones de años, al resguardo del sol, de las erosiones del aire y de las corrientes acuáticas. Un sarcófago natural. Como el que protegió al Borealopelta que, ayudado además por su particular coraza, subsistió a más de 50 metros de profundidad en la provincia canadiense de Alberta. Este animal pudo haber muerto cerca de un curso de agua que desembocaba en el extinto mar que bañaba gran parte de Norteamérica durante el Cretácico; en él fue a la deriva, hasta desinflarse de los gases putrefactos, se hundió y lentamente fue sepultado bajo un fondo barroso, gélido y asfixiante.


La momia del 'Borealopelta markmitchelli' se exhibe en el Museo Royal Tyrrell, en Canadá.

Más de 110 millones de años después, el investigador Donald Henderson, segundo autor del artículo que describió el ejemplar, redactó un correo electrónico narrando las condiciones que hicieron posible el asombroso encuentro. “El cadáver se hundió y golpeó con fuerza el fondo del mar, ya que pudimos ver como las capas de sedimentos que había debajo se deformaban por el impacto. Nubes de limo y lodo se asentaron sobre él y la materia mineral comenzó a cristalizar alrededor del cuerpo, poco después de que se detuviera. Estos minerales formaron algo así como un antiguo sarcófago egipcio alrededor del fósil. Esta especie de féretro grueso, denso y fuerte evitó que el cadáver se aplastara (lo que le ocurre a la mayoría de los fósiles por el peso de la roca que los cubre) durante los 112 millones de años que estuvo bajo tierra. Así, el cuerpo permaneció enterrado en silencio hasta que fue golpeado por la cubeta de una máquina excavadora gigante [de la compañía minera que avisó del hallazgo]”.

La densa armadura del propio animal también cumplió un rol clave. “Le permitió permanecer intacto mientras flotaba en la superficie del agua y era transportado mar adentro y dificultó que los grandes carroñeros nadadores, como los tiburones y los reptiles marinos, separaran el caparazón del cuerpo”, explica este Howard Carter de la paleontología, quien además es curador de dinosaurios en el museo que exhibe al nodosaurio momificado. Toparse con semejante rareza fue difícil de asumir. Al principio, él y su equipo creyeron estar ante un plesiosaurio, uno de los animales acuáticos más grandes del Cretácico y habituales en el yacimiento de Alberta, pero unos días más tarde una pequeña roca con parte del fósil provocó el entusiasmo que hoy reproduce: “¡Pasaron varios minutos antes de darnos cuenta de que era un dinosaurio! Fue una gran sorpresa, muy celebrada, ya que todos los dinosaurios son animales terrestres. Nos dimos cuenta de que se habrían necesitado condiciones muy inusuales para que su cuerpo intacto llegara al mar”.

Condiciones excepcionales como las descritas por Henderson, que les permitieron desentrañar intrigantes detalles como la inserción de la armadura en la piel, y su color. “Cuando los dinosaurios acorazados mueren y sus cuerpos comienzan a descomponerse, la armadura se desprende del cuerpo. Solo hay un par de fósiles de dinosaurios blindados en los que tenemos un registro conservado de cómo se dispuso la armadura en el cuerpo. Sin embargo, el estado de conservación de la armadura in situ de estos otros anquilosaurios y nodosaurios no es tan bueno como el que obtuvimos con Borealopelta”, explica Henderson. La calidad de conservación confirmó, además, una estrategia de camuflaje. “Pudimos identificar la queratina, una proteína de la piel y la melanina, la molécula del pigmento. Al mapear las concentraciones de sus residuos, pudimos ver que el animal tenía un sombreado opuesto a la espalda, los costados más oscuros y un color más claro en la parte inferior del cuerpo. Vemos esto hoy en todo tipo de animales. No fue una sorpresa que tuviera contrasombreado, pero fue agradable ver esa idea confirmada en el fósil”.

Misterio bajo tierra

Otra investigación reciente desafía dos de las ideas más asentadas en el estudio de la momificación natural: el entierro rápido no es el único modo en que los dinosaurios pudieron atravesar esa forma de fosilización y los carroñeros no siempre son enemigos de ese proceso. El individuo que cuestiona esas premisas tiene boca de pato y se llama Dakota. Es un edmontosaurio herbívoro de 67 millones de años, hallado en 2006 en la formación Hell Greek (Dakota del Norte, Estados Unidos). Sus delicadas y peculiares características han implicado un trabajo de limpieza y preparación de más 20.000 horas; una tarea que continúa hasta hoy y que en cada fase arroja nuevas teorías y conclusiones.

Una de las últimas teorías, publicada en 2022 en Plos One, describe cómo el animal pudo haber sido comido por carroñeros que despreciaron su dura la piel, pero dejaron huecos en ella, creando involuntariamente ventanas de escape para los gases y accesos para microorganismos que tampoco quisieron o pudieron deglutir la piel y terminaron de vaciar el interior dejándolo listo para un proceso de deflación y disecación por efecto del sol y el aire. Así, curtido, comenzó el entierro que permitió la conservación de su piel y huesos. La paleontóloga Stephanie Drumheller, primera autora del artículo e investigadora de la universidad estadounidense de Tennessee, adelanta que “ese es el tema de un proyecto de investigación en curso: tratar de averiguar qué le sucedió a Dakota después de que fue enterrado. Tanto el secado inicial como la alteración química posterior al entierro tenían que ocurrir de la manera correcta para que se formara un fósil como este”.


Las mordeduras en la piel del edmontosaurio Dakota habrían sido cruciales para su momificación natural. En la imagen pueden verse marcas en la pata delantera derecha.

En el artículo de 2022, la científica y su equipo ponían el acento en que las supuestas condiciones excepcionales necesarias para la momificación natural, en realidad no son tan excepcionales. “Los estudios de descomposición moderna han encontrado múltiples métodos para que se formen momias naturales”, asegura Drumheller. Su compañero y segundo autor de aquel estudio, Clint Boyd, revela con recelo algunas pistas acerca de lo que pudo ocurrirle a este edmontosaurio bajo tierra: “Creemos que el factor más importante que contribuyó a la excelente conservación de Dakota ocurrió después del entierro, según la química de las aguas subterráneas que interactuaron con el espécimen y lo fosilizaron. No quiero decir demasiado sobre ese proceso en este momento, ya que todavía estamos realizando pruebas y nuestras interpretaciones deben pasar por una revisión por pares. Parece que fue un proceso químico muy específico (y poco común) lo que preservó el espécimen”, avanza el paleontólogo.

Aunque las condiciones para la momificación de dinosaurios puedan no ser tan excepcionales, como plantea el artículo sobre Dakota, el hallazgo de ese tipo de fósiles sigue siendo una rareza. “Lo más inusual es que en los 12 años desde el descubrimiento de Borealopelta no hemos tenido ningún otro dinosaurio fósil por aquí, aunque ahora todos en las minas saben qué buscar”, reconoce Donald Henderson antes de partir entusiasmado hacia su próxima aventura científica; esta vez, para recuperar un gran lagarto marino no momificado.

ENLACES:

https://elpais.com/ciencia/2023-07-18/el-extrano-caso-de-los-dinosaurios-momificados.html?utm_medium=Social&utm_campaign=echobox&utm_source=Facebook&fbclid=IwAR2P7ydRyX-678p-1Nd6LTv0fyfIfKNlbvc1Tr2NqFtrw4mqKl4pHAJYlIg#Echobox=1689668392

lunes, 24 de julio de 2023

🔼 Un fósil extraordinario muestra que los primeros mamíferos atacaban y devoraban dinosaurios

 

El combate mortal quedó inmortalizado en lava volcánica hace 125 millones de años


Hace unos 125 millones de años, los dinosaurios aún dominaban la Tierra, como seguirían haciendo durante otros 60 millones de años más. Mientras, los mamíferos intentaban abrirse hueco para sobrevivir. Hasta ahora, se creía que nuestros primeros ancestros eran criaturas más o menos diminutas, que vivían atemorizadas por los entonces reyes de la creación, fieros, grandes y poderosos. Pero ese no es el retrato completo.


Un fósil extraordinario hallado en la provincia china de Liaoning muestra cómo un mamífero parecido a un tejón, denominado Repenomamus robustus, atacó a un dinosaurio herbívoro Psittacosaurus, del tamaño de un perro grande y uno de los primeros animales con cuernos, para convertirlo en su cena. La escena, descrita este martes en la revista 'Scientific Reports', sugiere que los mamíferos eran capaces de atacar a dinosaurios de mayor tamaño durante el Cretácico.

«Los dos animales están enfrascados en un combate mortal, íntimamente entrelazados, y es una de las primeras pruebas que muestra un comportamiento depredador real de un mamífero sobre un dinosaurio», explica Jordan Mallon, paleobiólogo del Museo Canadiense de la Naturaleza y coautor de el estudio.

Antes de este descubrimiento, los paleontólogos sabían que Repenomamus se alimentaba de dinosaurios, incluido Psittacosaurus, debido a los huesos de crías del herbívoro encontrados en su estómago. «La coexistencia de estos dos animales no es nueva, pero sí el comportamiento depredador que muestra el fósil», puntualiza Mallon.

La extraña pareja fue descubierta en 2012 en los yacimientos de Liujitun, apodados como 'la Pompeya de China' por los numerosos fósiles de dinosaurios, pequeños mamíferos, lagartos y anfibios que fueron enterrados repentinamente en masa por deslizamientos de tierra y escombros después de una o más erupciones volcánicas. Los restos de Psittacosaurus-Repenomamus fueron conservados en las colecciones del Museo de la Escuela Weihai Ziguang Shi Yan, en la provincia china de Shandong.


Psittacosaurus (que significa 'reptil loro' por el pico final de su hocico para cortar plantas) fue un pariente temprano de los dinosaurios con cuernos como el Triceratops. Más pequeño, pesaba entre 10 y 20 kilos y se movía sobre sus dos patas traseras. Por su parte, Repenomamus tenía extremidades extendidas, era carnívoro y probablemente un excavador capaz, por lo que tal vez vivía en madrigueras.

Boca abajo y bien sujeto

Un examen minucioso de la pareja fosilizada muestra que Psittacosaurus yace boca abajo, con las patas traseras dobladas a ambos lados de su cuerpo. Repenomamus se enrolla hacia la derecha y se sienta encima de su presa, sujetando con una pata la mandíbula del dinosaurio. El mamífero también muerde algunas de las costillas de su presa, y la pata trasera atrapa a su vez la pata trasera del dinosaurio. «Es evidente que se estaba produciendo un ataque activo», asegura Mallon.

"Al principio nos preguntamos si el mamífero estaba simplemente hurgando en el cadáver del dinosaurio, pero creemos que esto es poco probable por varias razones", señala el investigador a este periódico. "Primero, los huesos del dinosaurio no muestran signos de marcas de dientes, lo que esperaríamos si el animal ya hubiera estado muerto por un tiempo, expuesto a los carroñeros. En segundo lugar, la posición del mamífero encima del dinosaurio, como si estuviera tratando de someterlo, no tiene sentido en la hipótesis del carroñeo. Finalmente, la pata trasera del mamífero queda atrapada por la pata trasera doblada del dinosaurio, como si este se le hubiera derrumbado encima. Esto no tiene mucho sentido si el dinosaurio ya estaba muerto", explica.

En el mundo moderno se conocen analogías de animales más pequeños que atacan a presas más grandes. Se sabe que algunos glotones solitarios cazan animales más grandes, como caribúes y ovejas domésticas, "especialmente si tienen hambre y están desesperados". Y en la sabana africana, los perros salvajes, los chacales y las hienas atacan a presas que aún están vivas. Estas se derrumban, a menudo en estado de shock. "Los mamíferos cazadores en manada son especialmente capaces de derribar presas grandes, actuando de manera coordinada. Sin embargo, no tenemos evidencia que sugiera que Repenomamus cazaba en manadas", indica Mallon. "Quizás el mamífero sorprendió al dinosaurio, atacándolo mientras dormía, aunque realmente no sabemos mucho acerca de las circunstancias precedentes", añade.

El equipo de investigación especula en su artículo que los depósitos de origen volcánico de los yacimientos fósiles de Lujiatun en China seguirán arrojando nuevas pruebas de interacciones entre especies, desconocidas en el resto del registro fósil.


ENLACES:

https://www.abc.es/ciencia/fosil-extraordinario-muestra-primeros-mamiferos-atacaban-devoraban-20230718130017-nt.html

miércoles, 28 de junio de 2023

🔼 Nuestros primeros antepasados sobrevivieron al asteroide que mató a los dinosaurios

 

Descubren que los mamíferos placentarios no se desarrollaron tras la extinción de los dinosaurios, sino algún tiempo antes, por lo que convivieron con ellos



Si los dinosaurios no se hubieran extinguido hace 66 millones de años tras el impacto de un asteroide, nosotros no estaríamos aquí. Ni los humanos ni tampoco el resto de los mamíferos placentarios, el grupo que incluye a nuestra especie junto a muchas otras, desde perros, gatos o vacas hasta murciélagos.


Los científicos, sin embargo, llevan mucho tiempo preguntándose cuándo exactamente surgió esa clase de mamíferos, y cuánto tiempo tuvieron esos lejanos antepasados nuestros convivir con los dinosaurios antes de que se extinguieran

Como ha quedado demostrado, la destrucción catastrófica provocada por el asteroide que golpeó la Tierra a finales del Cretácico resultó en la muerte de todos los dinosaurios no aviares en un evento denominado extinción masiva del Cretácico-Paleógeno. Pero los investigadores no terminan de ponerse de acuerdo sobre si los mamíferos placentarios ya estaban presentes junto con los dinosaurios antes de la extinción masiva, o si por el contrario solo evolucionaron después de que los dinosaurios fueran eliminados. ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina?

Lo que dicen los fósiles

Lo cierto es que los fósiles de mamíferos placentarios solo se encuentran en rocas de menos de 66 millones de años, que es justo cuando el asteroide golpeó la Tierra, lo que sugiere que el grupo evolucionó después de la extinción masiva. Pero los datos moleculares llevan tiempo sugiriendo de forma insistente una edad mucho más avanzada.


En un nuevo artículo recién publicado en la revista 'Current Biology', un equipo de paleobiólogos de la Universidad de Bristol y la Universidad de Friburgo utilizó un análisis estadístico del registro fósil gracias al que pudieron determinar que los mamíferos placentarios se originaron antes de la extinción masiva, lo que significa que coexistieron con los dinosaurios, por lo menos durante por un corto tiempo.


Sin embargo, fue sólo después del impacto del asteroide cuando los linajes modernos de mamíferos placentarios pudieron empezar a evolucionar, lo que sugiere que se pudieron diversificar mejor una vez que los dinosaurios desaparecieron.


Durante su estudio, los investigadores recopilaron una gran cantidad de datos fósiles de grupos de mamíferos placentarios que se remontan a la extinción masiva hace 66 millones de años.


La autora principal, Emily Carlisle, de la Facultad de Ciencias de la Tierra de Bristol, explica que «Reunimos miles de fósiles de mamíferos placentarios y pudimos ver los patrones de origen y extinción de los diferentes grupos. En base a esto, pudimos estimar cuándo evolucionaron».

El coautor Daniele Silvestro (Universidad de Friburgo) dice por su parte que «el modelo que utilizamos estima las edades de origen en función de cuándo aparecen los linajes por primera vez en el registro fósil y el patrón de diversidad de especies a lo largo del tiempo para el linaje. También puede estimar las edades de extinción en función de las últimas apariciones una vez que el grupo está extinto».


Phil Donoghue, otro de los autores, también de Bristol, añade que «al examinar tanto los orígenes como las extinciones, podemos ver más claramente el impacto de eventos como la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno».

En definitiva, los investigadores lograron demostrar que los primates, el grupo que incluye el linaje humano, junto a otros grupos como Lagomorpha (conejos y liebres) y Carnivora (perros y gatos) evolucionaron justo antes de la extinción masiva K-Pg, lo que significa que sus ancestros se mezclaron con los dinosaurios. Después, y tras sobrevivir a la caída del asteroide, los mamíferos placentarios se diversificaron rápidamente, impulsados sin duda por la pérdida de competencia de los dinosaurios.

ENLACES:

https://www.abc.es/ciencia/primeros-antepasados-sobrevivieron-asteroide-mato-dinosaurios-20230627123649-nt.html

martes, 27 de junio de 2023

🔼 Confirmado: el megalodón no era un asesino a sangre fría

 Sí, era un asesino; sin embargo, los análisis geoquímicos de sus fósiles indican que su temperatura corporal alcanzaba una media de 27ºC, siete grados por encima del promedio de los océanos, por lo que estaba entre los animales de sangre caliente


Hasta hace unos 3,6 millones de años vivía en los océanos un terrible asesino, el mayor animal marino y más feroz depredador conocido por la ciencia: el megalodón. Con sus entre 15 y 18 metros de largo (más de tres veces que los tiburones blancos actuales), sembraba el terror submarino: no en vano, con la boca abierta, una persona habría cabido de pie sin problema entre sus enormes mandíbulas. Ahora, un nuevo estudio revela otro dato acerca de este temible antecesor de los tiburones: era un asesino, sí; pero no de sangre fría. Los resultados acaban de publicarse en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS).


Los megalodones pertenecían a un grupo de tiburones llamados tiburones caballa, que hoy en día incluyen al gran tiburón blanco, cuya sangre caliente le otorga una gran ventaja: la rapidez. Se trata de una característica a todos los miembros de ese grupo, que cuyos músculos generan calor que es almacenado en parte (endotermina regional) o por todo su cuerpo (mesotérmicos).



Sospechas sobre la sangre caliente

Varios estudios previos han señalado que el megalodón podría haber sido mesotérmico. Sin embargo, sin datos de los tejidos blandos que controlan la temperatura corporal en los tiburones modernos, hasta ahora no había pruebas que confirmasen esta hipótesis.


En la nueva investigación, los autores, liderados por Michael Griffiths y Martin Becker, ambos profesores de ciencias ambientales en la Universidad William Paterson, buscaron respuestas en los restos fósiles más abundantes del megalodón: sus dientes. Un componente principal de los dientes es un mineral llamado apatita, que contiene átomos de carbono y oxígeno. Como todos los átomos, el carbono y el oxígeno pueden presentarse en formas 'ligeras' o 'pesadas' conocidas como isótopos, y la cantidad de isótopos ligeros o pesados que componen la apatita a medida que se forma puede depender de una variedad de factores ambientales. Entonces, la composición isotópica de los dientes fósiles puede revelar información sobre dónde vivía un animal y los tipos de alimentos que comía y, para los vertebrados marinos, información como la química del agua de mar donde vivía el animal y su temperatura corporal.


«Puede pensar en los isótopos conservados en los minerales que forman los dientes como una especie de termómetro, pero cuya lectura se puede conservar durante millones de años», explica Randy Flores, estudiante de doctorado de la UCLA y otro de los autores del estudio. «Debido a que los dientes se forman en el tejido de un animal cuando está vivo, podemos medir la composición isotópica de los dientes fósiles para estimar la temperatura a la que se formaron y eso nos dice la temperatura corporal aproximada del animal en vida».


Como la mayoría de los tiburones antiguos y modernos no pueden mantener temperaturas corporales significativamente más altas que la temperatura del agua de mar circundante, los isótopos en sus dientes reflejan temperaturas que se desvían poco de la temperatura del océano. En los animales de sangre caliente, sin embargo, los isótopos en sus dientes registran el efecto del calor corporal producido por el animal, razón por la cual los dientes indican temperaturas que son más cálidas que el agua de mar circundante.


Los investigadores plantearon la hipótesis de que cualquier diferencia entre los valores de isótopos del megalodón y los de otros tiburones que vivieron al mismo tiempo indicaría el grado en que el escualo podría calentar su propio cuerpo.


Los investigadores recolectaron dientes del megalodón y otros tiburones actuales de cinco lugares alrededor del mundo y los analizaron usando espectrómetros de masas en UCLA y UC Merced. Usando modelos estadísticos para estimar las temperaturas del agua de mar en cada sitio donde se recolectaron los dientes, los científicos encontraron que los dientes de los megalodones reflejaban constantemente temperaturas que indicaban que tenían una capacidad impresionante para regular la temperatura corporal, situándose en una media de 27ºC, siete grados por encima de la temperatura del agua circundante.


Sangre caliente: un arma de doble filo

Su cuerpo más cálido permitió que el megalodón se moviera más rápido, tolerara aguas más frías y se extendiera por todo el mundo. Pero esa ventaja evolutiva pudo ser un arma de doble filo y haber contribuido también a su caída: este tiburón extinto, que vivió durante la Época del Plioceno -entre hace 5,33 y 2,58 millones de años-, se enfrentó a un enfriamiento global que provocó cambios a los que no sobrevivió.


«Mantener un nivel de energía que permitiría la temperatura corporal elevada del megalodón requeriría un apetito voraz que puede no haber sido sostenible en una época de cambios en los equilibrios de los ecosistemas marinos cuando incluso puede haber tenido que competir contra recién llegados como el gran tiburón blanco», señala Flores.


La codirectora del proyecto, Aradhna Tripati, profesora de ciencias terrestres, planetarias y espaciales de UCLA y miembro del Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad, explica que el grupo ahora planea aplicar el mismo enfoque para estudiar otras especies.

«Habiendo establecido la endotermia en el megalodón, surge la pregunta de con qué frecuencia se encuentra en los depredadores marinos del ápice a lo largo de la historia geológica», dijo.

ENLACES:

https://www.abc.es/ciencia/confirmado-megalodon-era-asesino-sangre-fria-20230626173905-nt.html

viernes, 9 de junio de 2023

🔼 No, los humanos no exterminamos a la megafauna del planeta

 

Un nuevo estudio halla que el declive de los grandes animales empezó, por lo menos en África, hace cuatro millones de años, mucho antes de que los humanos existieran


Megafauna,

Hace cerca de 50.000 años, nuestros antepasados tuvieron que vérselas en todo el mundo con una serie de animales gigantescos, con tamaños que dejan en ridículo incluso a las mayores criaturas de la actualidad. Osos de las cavernas de tres metros de altura, leones con la alzada de un caballo, gigantescos elefantes de cuatro metros, mamuts, rinocerontes lanudos, mastodontes, aves y marsupiales gigantes, tigres dientes de sable de casi 400 kilogramos... la lista completa sería interminable.


Juntas, todas aquellas bestias poderosas reciben un nombre genérico: Megafauna. Y la inmensa mayoría de ellas desapareció de la faz de la Tierra en un fugaz instante geológico: el periodo que transcurre entre hace 50.000 y unos 12.000 años. La llamada 'Extinción de Megafauna del Cuaternario' sucedió, además, casi al mismo tiempo de la entrada en escena de otra peligrosa especie: la nuestra.

Se considera megafauna a todo animal que supere los 45 kg (puede no parecer mucho, pero imagine un roedor con ese peso), y en aquél breve periodo de la historia de la vida, se perdieron hasta las dos terceras partes de todos los géneros de grandes mamíferos del mundo. Entre las posibles causas, se barajan cambios climáticos, pero la idea de una caza excesiva por parte de nuestros antepasados no hace más que cobrar fuerza.


Ahora, y para comprender mejor qué es lo que lleva a las diferentes especies a crecer hasta hacerse enormes, o a menguar hasta perder la mitad o más de su tamaño, y cómo ese tamaño se relaciona con su abundancia, Juan Luis Cantalapiedra, de la Universidad de Alcalá, y Faysal Bibi, del Instituto Leibniz para la Evolución y la Ciencia de la Biodiversidad, han vuelto sus miradas hacia África para estudiar un periodo mucho más largo. Así, utilizando medidas de miles de dientes fósiles africanos han conseguido reconstruir el tamaño y la abundancia en cada momento de los grandes mamíferos que vivieron en el continente negro durante los últimos 10 millones de años. El estudio acaba de aparecer en la revista 'Science'.


Mayor tamaño, menor población

Entre otras cosas, el estudio revela que que en el pasado existió una relación entre el tamaño y la abundancia de una especie que es muy similar a la que se da en el presente, lo que indica que los procesos ecológicos fundamentales que rigen la estructura de las comunidades de seres vivientes se ha mantenido prácticamente sin cambios con el paso del tiempo.


Por encima de los 45 kg, los investigadores encontraron evidencia de que la abundancia decrece a medida que aumenta el tamaño, un patrón que se alinea con la llamada 'regla de escala metabólica' ecológica, según la cual las especies más grandes tienen densidades de población más bajas en comparación con las más pequeñas. Sin embargo, los investigadores detectaron una desviación del patrón ecológico previsto: los mamíferos entre 15 y 45 kg eran mucho menos numerosos de lo esperado, tanto en las comunidades vivas como en las fósiles. Lo cual se interpreta como una 'firma' de los hábitats de sabana (donde los monos y los pequeños antílopes que viven en el bosque son raros).


Y llega la gran sorpresa

La mayor sorpresa, sin embargo, llegó al examinar cómo iban cambiando las relaciones entre abundancia y tamaño con el tiempo. Cantalapiedra y Bibi, de hecho, descubrieron que las comunidades de animales con una antigüedad superior a los 4 millones de años tenían un número considerablemente mayor de individuos de gran tamaño y una mayor proporción de biomasa total en categorías de mayor tamaño que las comunidades más recientes.


Esa 'superabundancia' de individuos muy grandes, con elefantes de más de 10 toneladas, no tiene parangón con ninguno de los ecosistemas actuales. Pero desde hace 4 millones de años se ha ido produciendo una pérdida gradual de individuos grandes en el registro fósil, lo que refleja el declive a largo plazo de la diversidad de mamíferos grandes del Plioceno tardío y el Pleistoceno, y cuyo resultado son las comunidades empobrecidas y 'miniaturizadas' que conocemos hoy en día.


El estudio, por lo tanto, confirma la idea de que la pérdida de la megafauna africana tiene unas raíces temporales muy profundas, y eso cuestiona que la disminución de la megafauna se debió principalmente a las actividades humanas.


Si bien es cierto que la expansión de los humanos por todo el mundo durante el Pleistoceno tardío y el Holoceno (los últimos 100.000 años) coincidió con la extinción de muchos animales grandes, la investigación respalda la idea de que esas pérdidas de megafauna, por lo menos en África, comenzaron mucho antes, hace unos 4 millones de años. Es decir, mucho tiempo antes de que los humanos modernos existieran. En cambio, el estudio destaca los factores ambientales, como la disminución a largo plazo de las temperaturas globales y la expansión de los pastizales tropicales, como posibles impulsores de las extinciones de megafauna.


La productividad de las plantas

Los investigadores descubrieron también que la pérdida de individuos grandes y la reestructuración de las distribuciones de biomasa en las comunidades africanas de grandes mamíferos podrían estar relacionadas con la disminución de la productividad primaria, es decir, la capacidad de las plantas para producir alimento. Usando una relación bien establecida entre las formas de los dientes de los mamíferos (características morfológicas) y la productividad de las plantas (productividad primaria neta) en la actualidad, los investigadores pudieron calcular la productividad de las plantas africanas en el pasado. Y encontraron una disminución de aproximadamente dos tercios en la productividad desde el Mioceno tardío (hace 5 millones de años), un patrón que se repite en todo el mundo y que podría haber disminuido significativamente la capacidad del entorne para alimentar a las comunidades de grandes mamíferos, lo que llevó a una reducción de su diversidad y a la extinción acelerada de las especies más grandes.

Se considera megafauna a todo animal que supere los 45 kg (puede no parecer mucho, pero imagine un roedor con ese peso), y en aquél breve periodo de la historia de la vida, se perdieron hasta las dos terceras partes de todos los géneros de grandes mamíferos del mundo. Entre las posibles causas, se barajan cambios climáticos, pero la idea de una caza excesiva por parte de nuestros antepasados no hace más que cobrar fuerza.


Ahora, y para comprender mejor qué es lo que lleva a las diferentes especies a crecer hasta hacerse enormes, o a menguar hasta perder la mitad o más de su tamaño, y cómo ese tamaño se relaciona con su abundancia, Juan Luis Cantalapiedra, de la Universidad de Alcalá, y Faysal Bibi, del Instituto Leibniz para la Evolución y la Ciencia de la Biodiversidad, han vuelto sus miradas hacia África para estudiar un periodo mucho más largo. Así, utilizando medidas de miles de dientes fósiles africanos han conseguido reconstruir el tamaño y la abundancia en cada momento de los grandes mamíferos que vivieron en el continente negro durante los últimos 10 millones de años. El estudio acaba de aparecer en la revista 'Science'.


Mayor tamaño, menor población

Entre otras cosas, el estudio revela que que en el pasado existió una relación entre el tamaño y la abundancia de una especie que es muy similar a la que se da en el presente, lo que indica que los procesos ecológicos fundamentales que rigen la estructura de las comunidades de seres vivientes se ha mantenido prácticamente sin cambios con el paso del tiempo.


Por encima de los 45 kg, los investigadores encontraron evidencia de que la abundancia decrece a medida que aumenta el tamaño, un patrón que se alinea con la llamada 'regla de escala metabólica' ecológica, según la cual las especies más grandes tienen densidades de población más bajas en comparación con las más pequeñas. Sin embargo, los investigadores detectaron una desviación del patrón ecológico previsto: los mamíferos entre 15 y 45 kg eran mucho menos numerosos de lo esperado, tanto en las comunidades vivas como en las fósiles. Lo cual se interpreta como una 'firma' de los hábitats de sabana (donde los monos y los pequeños antílopes que viven en el bosque son raros).


Y llega la gran sorpresa

La mayor sorpresa, sin embargo, llegó al examinar cómo iban cambiando las relaciones entre abundancia y tamaño con el tiempo. Cantalapiedra y Bibi, de hecho, descubrieron que las comunidades de animales con una antigüedad superior a los 4 millones de años tenían un número considerablemente mayor de individuos de gran tamaño y una mayor proporción de biomasa total en categorías de mayor tamaño que las comunidades más recientes.


Esa 'superabundancia' de individuos muy grandes, con elefantes de más de 10 toneladas, no tiene parangón con ninguno de los ecosistemas actuales. Pero desde hace 4 millones de años se ha ido produciendo una pérdida gradual de individuos grandes en el registro fósil, lo que refleja el declive a largo plazo de la diversidad de mamíferos grandes del Plioceno tardío y el Pleistoceno, y cuyo resultado son las comunidades empobrecidas y 'miniaturizadas' que conocemos hoy en día.


El estudio, por lo tanto, confirma la idea de que la pérdida de la megafauna africana tiene unas raíces temporales muy profundas, y eso cuestiona que la disminución de la megafauna se debió principalmente a las actividades humanas.


Si bien es cierto que la expansión de los humanos por todo el mundo durante el Pleistoceno tardío y el Holoceno (los últimos 100.000 años) coincidió con la extinción de muchos animales grandes, la investigación respalda la idea de que esas pérdidas de megafauna, por lo menos en África, comenzaron mucho antes, hace unos 4 millones de años. Es decir, mucho tiempo antes de que los humanos modernos existieran. En cambio, el estudio destaca los factores ambientales, como la disminución a largo plazo de las temperaturas globales y la expansión de los pastizales tropicales, como posibles impulsores de las extinciones de megafauna.


La productividad de las plantas

Los investigadores descubrieron también que la pérdida de individuos grandes y la reestructuración de las distribuciones de biomasa en las comunidades africanas de grandes mamíferos podrían estar relacionadas con la disminución de la productividad primaria, es decir, la capacidad de las plantas para producir alimento. Usando una relación bien establecida entre las formas de los dientes de los mamíferos (características morfológicas) y la productividad de las plantas (productividad primaria neta) en la actualidad, los investigadores pudieron calcular la productividad de las plantas africanas en el pasado. Y encontraron una disminución de aproximadamente dos tercios en la productividad desde el Mioceno tardío (hace 5 millones de años), un patrón que se repite en todo el mundo y que podría haber disminuido significativamente la capacidad del entorne para alimentar a las comunidades de grandes mamíferos, lo que llevó a una reducción de su diversidad y a la extinción acelerada de las especies más grandes.

El trabajo, por lo tanto, abre nuevas vías para comprender la dinámica de los ecosistemas y las complejas interacciones entre los individuos, las especies y sus entornos. Y marca también un hito significativo en nuestra comprensión de las extinciones de la megafauna africana y las causas que las provocaron.

ENLACES:

https://www.abc.es/ciencia/humanos-exterminamos-megafauna-planeta-20230608125550-nt.html

miércoles, 7 de junio de 2023

🔼 La extinción del megalodón cambió para siempre los mares

 

Una nueva investigación sugiere que el megalodón era un superdepredador transoceánico más grande y que podía nadar a una mayor velocidad de lo que se había estimado, lo que le permitió migrar a través de distintas cuencas oceánicas y atrapar presas de mayor tamaño.



Una nueva reconstrucción digital en 3D del tiburón gigante extinto Otodus megalodon, indica que este antiguo leviatán de los mares era un súper depredador transoceánico, que viajaba por el océano global en migraciones prolongadas y a velocidades de crucero más rápidas que las especies de tiburones modernas.

La investigación dirigida por el experto en tiburones del departamento de Biociencias de la Universidad de Swansea, Jack Cooper, se publica esta semana en la revista Science Advances bajo el título The extinct shark Otodus megalodon was a transoceanic superpredator: Inferences from 3D modeling, e indica que las presas del tiburón podrían haber sido del tamaño de una orca, las cuales podrían podría haber devorado en cinco mordiscos.

"Como principal depredador y gran viajero, la extinción de Otodus megalodon habría tenido un efecto significativo en la transferencia global de nutrientes y las redes alimentarias oceánicas" explican los investigadores, ya que estos podrían haber jugado un papel protagonista como el que desempeñan las ballenas en la actualidad.

El equipo de Cooper creó el modelo 3D valiéndose de los datos de la columna vertebral fósil de un megalodón, los dientes de varios ejemplares, además del condrocráneo de un gran tiburón blanco, el análogo vivo más cercano a la especie extinta. Posteriormente determinaron la longitud, el volumen y el tamaño de la boca del tiburón fósil a partir del modelo.


Usaron estas medidas para calcular su masa corporal, infiriendo la velocidad de nado, las demandas energéticas y el volumen del estómago en función de la relación entre estas variables y la masa corporal en los tiburones vivos. El modelo sugiere que el tiburón fósil era más grande de lo estimado previamente. Con más de 15 metros de largo y un peso de unos 61.560 kilogramos, los autores infieren que su velocidad de nado habría permitido al titánico megalodón moverse a mayores distancias que sus competidores, aumentando la velocidad a la que migraba entre cuencas oceánicas, lo que le permitió depredar sobre un mayor número y variedad de presas de mayor tamaño.



ENLACES:

https://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/extincion-megalodon-cambio-para-siempre-mares_18681

🔼 Cuándo se convirtieron los mamíferos en animales de sangre caliente

 

Una investigación basada ​​en el estudio de los oídos internos fosilizados de los ancestros de los mamíferos sugiere que la endotermia en este tipo de vertebrados podría haberse originado en el Triásico tardío, hace unos 233 millones de años



Decía el poeta Jesús Lizano en uno de sus poemas más populares que, mirara donde mirara, solo veía mamíferos. Los mamíferos, clase animal a la que pertenecemos los Homo sapiens, responden a la descripción de ser animales vertebrados; amniotas, es decir, en cuyo desarrollo embrionario se desarrollan 4 envolturas que protegen al embrión; poseer glándulas mamarias productoras de leche con las que alimentar a las crías; y quizá aquella característica que ha garantizado a los mamíferos grandes tasas de éxito evolutivo: la endotermia.

En términos simples, la endotermia es la capacidad de algunos animales para mantener su temperatura corporal sin tener que recurrir a una fuente de calor exterior. Es decir, los animales endotermos pueden mantener una temperatura corporal alta, de entre 31°C y 45 °C, como producto de su metabolismo.


Por el contrario, los ectotermos o animales de sangre fría, dependen de las temperaturas ambientales para regular su temperatura. Así, en comparación con los animales ectotermos, la endotermia a permitido a los mamíferos tener un comportamiento más activo, además de una mayor capacidad aeróbica, de viajar mayores distancias o alcanzan velocidades más altas, eso si, a expensas de mayores costes de energía.

La endotermia a permitido a los mamíferos tener un comportamiento más activo, y proporcionado mayor capacidad aeróbica, de viajar mayores distancias o alcanzan velocidades más altas.

En consecuencia, los mamíferos y las aves han sido capaces de ocupar una amplia variedad de nichos ecológicos por los cuales otros vertebrados no tienen la capacidad de competir, por lo que en cierto modo, la endotermia ha sido uno de los garantes del éxito evolutivo de los mamíferos tras las extinción de los dinosaurios. Sin embargo, tanto el surgimiento y como la evolución de la endotermia sigue siendo, a día de hoy, uno de los grandes misterios sin resolver de la paleontología.


Ahora, no obstante, para tratar de averiguar cuando se produjo el salto en el que los mamíferos comenzaron a regular su temperatura corporal de manera autónoma, el equipo de científicos liderado por el investigador de la Universidad de Lisboa, Ricardo Araújo, ha estudiado el oído interno de varios ancestros de los mamíferos modernos.

Los conductos auditivos contienen un líquido llamado endolinfa, cuya viscosidad cambia según la temperatura del animal, y que resulta esencial para la coordinación motora, la navegación y la conciencia espacial. Según explican los autores, el aumento de la temperatura corporal durante la transición ectotérmica-endotérmica de los ancestros de los mamíferos habría hecho disminuir la viscosidad de la endolinfa, lo que afectaría negativamente la biomecánica de los conductos semicirculares, provocando que para que este mecanismo hubiese mantenido un rendimiento similar, dichos conductos habrían de aumentar en tamaño. En palabras de Araújo "para mantener una funcionalidad óptima durante esta transición, habrían sido necesarios cambios morfológicos en los conductos membranosos y los canales óseos circundantes".


Así, para rastrear estos cambios los autores desarrollaron un indicador basado en la morfología del canal óseo al que se refieren como índice de termomotilidad, y que estudiaron en 56 especies extintas de sipnápsidos, el grupo de reptiles del que evolucionarían los primeros mamíferos. Los resultados sugieren que la endotermia evolucionó abruptamente durante el período Triásico tardío en los primeros reptiles mamalimorfos, acompañada de un fuerte aumento en la temperatura corporal de entre 5°C y 9 °C, así como con una mejora de las capacidades aeróbica y anaeróbica.



ENLACES:

https://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/cuando-se-convirtieron-mamiferos-animales-sangre-caliente_18554

🔼 ¿Cuál fue el secreto del éxito de los primeros mamíferos tras la extinción de los dinosaurios?

 

Los primeros grandes mamíferos posteriores a los dinosaurios nacieron en un avanzado estado de formación, crecieron dos veces más rápido que sus equivalentes modernos, pero tenían una esperanza de vida comparativamente más corta.



Un estudio publicado esta semana en la revista Nature bajo el título The origin of placental mammal life histories destaca la historia de vida única de los primeros mamíferos prehistóricos y ayuda a explicar cómo estos animales adquirieron tanta relevancia después de la desaparición de los dinosaurios. Y es que, según se explica en el mismo, los mamíferos respondieron a la extinción de los dinosaurios y las condiciones postapocalípticas que dominaron este periodo diversificándose y aumentando su tamaño corporal. Así, por ejemplo, los panodontos fueron el primer grupo conocido de grandes herbívoros que surgió durante este tiempo.

Los panodontos evolucionaron en una amplia gama de formas, pero se extinguieron en el Eoceno, y su relación con los mamíferos posteriores sigue sin estar nada clara. En su estudio, no obstante, los investigadores de la Universidad de Edimburgo Gregory Funston, Steve Brusatte y sus colegas, emplearon una gran variedad de métodos, entre los que se incluye el mapeo de elementos traza dentales, para dilucidar la historia de vida del pantodonte Pantolambda bathmodon, un ancestral mamífero de 62 millones de años de edad.

Así, basándose en las líneas de crecimiento y los elementos conservados en los dientes fósiles, los paleontólogos han reconstruido la vida cotidiana de uno de nuestros primos más primitivos. Su enfoque de vanguardia revela cuándo nació un animal fósil, cuántos días fue amamantado y qué edad tenía cuando murió. "Este método abre la ventana más detallada que podríamos esperar a la vida cotidiana de los mamíferos extintos", explica Funston. "Es como leer sus diarios, pero grabados en sus dientes".


Aunque el tiempo de gestación calculado para este animal se sitúa alrededor de los siete meses y coincide con el de los mamíferos vivos de tamaño similar, los científicos encontraron que P. bathmodonse creció y murió mucho más rápidamente que los mamíferos actuales. Según apuntan desde el equipo de Funston y Brusatte, las crías de P. bathmodonse nacieron en un estado de desarrollo avanzado y fueron destetados en sus dos primeros meses de vida. También murieron antes de cumplir los diez años. "Sus vidas se desarrollaron aproximadamente el doble de rápido que las especies similares vivas hoy en día".

Los autores también informan de que la historia de vida este mamífero prehistórico no tiene un análogo moderno. Aunque P. bathmodon se reproducía como un mamífero placentario, vivía a un ritmo inusualmente rápido para su gran tamaño corporal. Por lo que los hallazgos sugieren que los períodos de gestación prolongados ya existían hace 62 millones de años, y que los tamaños más grandes de los recién nacidos pudieron haber contribuido al rápido aumento de tamaño observado en los primeros mamíferos placentarios.


Así, cuando el asteroide Chicxulub acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años, algunos de los mamíferos sobrevivieron evolucionaron muy rápidamente en tamaño para llenar los nichos ecológicos desocupados por los T. rex, los Triceratops y otros dinosaurios gigantes. Ser capaz de producir crías grandes, que maduraron durante varios meses en el útero antes de nacer, ayudó a los mamíferos a transformarse de los humildes antepasados del tamaño de un ratón que vivían junto a los dinosaurios, a la amplia gama de especies que existen hoy en día.


ENLACES:

https://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/cual-fue-secreto-exito-primeros-mamiferos-tras-extincion-dinosaurios_18714

lunes, 5 de junio de 2023

🔼 Este es el milpiés fosilizado más grande de todos los tiempos

 

Sus descubridores lo describen como "un milpiés del tamaño de un coche" y no es para menos, ya que este espécimen fósil encontrado por casualidad en una playa de Inglaterra pertenece al milípedo de mayores dimensiones jamás estudiado.


Es solo el tercer fósil de este tipo jamás encontrado, pero también es el más grande y el más antiguo. Se trata de los restos de una criatura llamada Arthropleura, una especie de milpiés que habitó la Tierra hace unos 326 millones de años durante el período Carbonífero, es decir, más de 100 millones de años antes que los dinosaurios y que, a día de hoy, con 2,7 metros de largo y aproximadamente 50 kilogramos de peso, se acaba de establecer como el invertebrado más grande conocido de todos los tiempos, arrebatando el anterior récord a los escorpiones marinos que se extinguieron a finales del Pérmico, hace unos 250 millones de años.


El espécimen fue hallado por accidente en una playa de Northumberland, a unos 60 kilómetros al norte de Newcastle, Inglaterra. Así lo atestigua al menos el doctor Neil Davies, del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cambridge, autor principal del artículo titulado The largest arthropod in Earth history: insights from newly discovered Arthropleura remains (Serpukhovian Stainmore Formation, Northumberland, England) en el que se describe la especie. "Su descubrimiento fue un imprevisto total", cuenta Davies. "La roca había caído, se había rajado y había expuesto perfectamente el fósil que uno de nuestros antiguos estudiantes de doctorado vio por casualidad al pasar".

El animal estaba formado por múltiples segmentos articulados de unos 75 centímetros de largo, muy similares en forma a los de los milpiés modernos. "Fue un hallazgo increíblemente emocionante", añade el investigador, "pero era tan grande que hicimos falta cuatro de nosotros para cargarlo por el acantilado".

"Encontrar restos fósiles de milpiés gigantes es raro, porque una vez que mueren, sus cuerpos tienden a desarticularse"

El espécimen identificado por los investigadores fue encontrado en un canal de río fosilizado y probablemente se trata de un segmento mudado del exoesqueleto de Arthropleura que se llenó de arena preservándolo durante cientos de millones de años. "Encontrar restos fósiles de milpiés gigantes es raro, porque una vez que mueren, sus cuerpos tienden a desarticularse, por lo que es probable que el fósil sea un caparazón mudado que el animal arrojó a medida que crecía", prosigue el investigador. "Todavía no hemos encontrado una cabeza fosilizada, por lo que es difícil saber todo sobre ellos".

La era de los milpiés gigantes

Algunas de las incógnitas que rodean a estos animales hacen referencia precisamente a su tamaño ¿Cómo lograron estos artrópodos alcanzar tan colosales dimensiones?, se preguntan los investigadores. Una de la explicaciones que barajaba el equipo de Davies es que su gran tamaño podía ser debido a la gran concentración de oxígeno atmosférico, que se produjo durante los períodos Carbonífero tardío y Pérmico. Sin embargo, debido a que el nuevo fósil procede de rocas depositadas antes de este momento esta teoría ha sido descartada, por lo que los investigadores creen que para alcanzar tamaños tan grandes Arthropleura hubo de gozar de una dieta rica en nutrientes. "Si bien no podemos saber con certeza qué comieron, si podemos decir que había muchas nueces y semillas nutritivas disponibles en la hojarasca en ese momento", explica Davies, quien sugiere que incluso podrían haber sido depredadores que se alimentaban de otros invertebrados e incluso de pequeños vertebrados como los anfibios.


En cuanto a por qué desaparecieron tras 45 millones de años arrastrándose por las zonas ecuatoriales de nuestro planeta, los científicos tienen pocos datos, no obstante apuntan a que pudo deberse a un calentamiento global que hizo que el clima fuera demasiado seco para que sobrevivieran, o al surgimiento de los reptiles, quienes los sustituirían en sus hábitats.

ENLACES:

https://www.nationalgeographic.com.es/medio-ambiente/este-es-el-milpies-fosilizado-mas-grande-de-todos-los-tiempos-_17695

martes, 23 de mayo de 2023

🔼 Hallan un extravagante dinosaurio con pelo y varillas

 La criatura, de hace 110 millones de años, lucía unas cintas rígidas nunca vistas


Un equipo internacional ha descubierto entre los fósiles de la colección del Museo Estatal de Historia Natural de Karlsruhe, en Alemania, un dinosaurio distinto a cualquier otro conocido. Aunque a los científicos les había pasado inadvertido hasta ahora, en vida, esta criatura no era precisamente invisible. El dinosaurio, del tamaño de un pollo moderno, se paseaba hace 110 millones de años por lo que hoy es Brasil con el aspecto más fabuloso que se pueda imaginar. Una larga mata de pelo recorría su dorso hasta sus patas y, lo que es más enigmático, unas varillas de queratina, largas y rígidas, se proyectaban hacia fuera y hacia atrás desde sus hombros.


Los paleontólogos, que nunca han visto cosa igual, creen que el animal utilizaba estos extravagantes atributos para deslumbrar a sus potenciales parejas o intimidar a depedradores o competidores. El hallazgo, publicado en la revista «Cretaceous Research», puede arrojar luz sobre cómo los pavos reales y otras aves heredaron su capacidad para lucirse.



El espécimen fue recuperado de las dos losas de piedra en las que estaba. Utilizando rayos X, los investigadores encontraron elementos esqueléticos y tejidos blandos previamente ocultos, lo que les permitió construir una imagen clara de sus características. Bautizaron a la nueva especie como Ubirajara jubatus , un nombre indio tupí para «Señor de la lanza», en referencia precisamente a las estructuras alargadas, planas y rígidas de la criatura, cada una con una pequeña cresta afilada en el medio. Estas varillas estaban colocadas para no impedir la libertad de movimiento en los brazos y patas, por lo que no habrían molestado al animal a la hora de cazar, acicalarse o enviar señales.


Un macho joven

Las cintas «probablemente se usaron para exhibirse, atraer a la pareja, rivalizar entre machos o ahuyentar al enemigo», afirma David Martill, coautor del estudio en la Universidad de Portsmouth. Los investigadores no pueden probar el sexo del espécimen, pero creen probable que fuera un macho joven, «lo cual es sorprendente dado que las habilidades de exhibición más complejas están reservadas para machos adultos maduros», añade Martill. Además, dada su extravagancia, no cree difícil imaginar que el dinosaurio se hubiera entregado a un baile elaborado para mostrar su llamativo aspecto.


Las cintas, según explica Robert Smyth, también de Portsmouth, no son escamas ni piel, ni tampoco plumas en el sentido moderno. Parecen ser estructuras exclusivas de este animal. «Nunca habríamos predicho estas características tan raras en un animal tan pequeño si solo hubiéramos tenido el esqueleto preservado», admite.


Pelo erizado

Una sección de la larga y espesa pelambrera que corre por el lomo del animal se conservaba casi intacta. Las patas también estaban cubiertos de filamentos parecidos a piel. Se cree que este pelo era controlado por músculos que le permitían levantarse, de manera similar a un perro que eriza su pelo o un puercoespín levanta sus espinas cuando está amenazado. De esta forma, Ubirajara podría aplanar su melena cerca de la piel cuando no estaba exhibiéndose, lo que le habría permitido moverse rápidamente sin enredarse en la vegetación. «Cualquier criatura con pelo o plumas móviles como cobertura corporal tiene una gran ventaja al hacer más aerodinámico el contorno del cuerpo para cazar o escapar más rápido, pero también para capturar o liberar calor», apunta Martill.


Pero, ¿por qué adornarte de una manera que te haga más obvio tanto para tu presa como para los depredadores potenciales? «Para muchos animales, el éxito evolutivo es más que simplemente sobrevivir, también debes lucirte bien si quieres transmitir tus genes a la próxima generación», dice Smyth.



Una herencia para las aves

«Las aves modernas son famosas por su elaborado plumaje y exhibiciones que utilizan para atraer parejas; la cola de los machos del pavo real y las aves del paraíso son ejemplos claros. Ubirajara nos muestra que esta tendencia a lucirse no es una característica única de las aves, sino algo que las aves heredaron de sus ancestros dinosaurios», añade.


Smyth sostiene que el plumaje de Ubirajara podría haber mejorado las posibilidades de supervivencia de un pequeño animal como él. Muchos dinosaurios tenían crestas óseas y volantes, que probablemente también usaban para exhibirse. Pero el hueso requiere mucha energía para formarse y mantenerse. Además, es pesado y puede causar lesiones graves si se rompe. Sin embargo, «la queratina, el material que forma el pelo, las plumas y las escamas, es una alternativa de exhibición mucho menos costosa de producir para el cuerpo, también es liviana, flexible y se puede reemplazar regularmente si se daña». Mucho más eficaz para un animal no más grande que una gallina.

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https://www.abc.es/ciencia/abci-hallan-extravagante-dinosaurio-pelo-y-lanzas-202012150120_noticia.html

martes, 18 de abril de 2023

🔼 El fin de los dinosaurios comenzó un día de primavera

El estudio de los peces que murieron en masa durante las primeras horas de la extinción revela la estación en la que impactó el asteroide


Reconstrucción artística de la ola seiche que irrumpe en un río, trayendo peces y todo lo que encuentra a su paso (dinosaurios, árboles) mientras caen del cielo esferas de impacto. Algunos dinosaurios todavía tratan de escapar mientras los dianthus acaban de florecer en primer plano JOSCHUA KNÜPPE


Hace 66 millones de años, un asteroide de unos 12 kilómetros de longitud se estrelló contra lo que hoy es la Península del Yucatán, en México. El sobrecogedor impacto , equivalente a 10.000 millones de bombas atómicas como la de Hiroshima, provocó la desaparición del 75% de la vida existente, incluidos los dinosaurios no aviares. Hasta ahora, lo estudios que han analizado este evento crucial para la historia de la Tierra se han centrado en escalas de tiempo milenarias, sin poder concretar en qué momento del año sucedió. Pero investigadores europeos pueden haber hilado más fino. El análisis de los peces que murieron en masa durante la primera hora después del impacto sugiere que el fin de la era Mesozoica ocurrió en primavera. El estudio aparece publicado este miércoles en la revista 'Nature'.

Los investigadores de las universidades de Uppsala (Suecia) y la Libre de Ámsterdam y Bruselas estudiaron los restos de esturiones y peces espátula encontrados en un depósito del Cretácico Superior en la localidad de Tanis, en Dakota del Norte (EE.UU.). Estos peces fueron víctimas directas del meteorito. El impacto sacudió la placa continental. Decenas de minutos después, unas enormes olas en ríos y lagos llamadas seiches movieron enormes volúmenes de sedimento que engulleron a peces, bivalvos y moluscos extintos. Quedaron enterrados vivos.


Un pez espátula del río Tanis, antes de escanear en el ESRF

Muerte instantánea

Los peces de Tanis se conservaron de forma prístina, incluso con tejidos blandos, y sus espinas casi no mostraban signos de alteración geoquímica. Los brillantes rayos X del Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón (ESRF) en Grenoble (Francia) confirmaron que las esferas de impacto todavía estaban atrapadas en sus branquias, pero no en ninguna parte más abajo del sistema digestivo, lo que sugiere una muerte casi instantánea .

De forma muy similar a lo que ocurre con los anillos de los árboles, las espinas de los peces conservan registros de crecimiento inalterados desde el desarrollo embrionario hasta la muerte. Una nueva capa crece cada año en el exterior del hueso. Estos anillos «no solo reflejan la historia de vida de los peces, sino también la última estacionalidad del Cretácido y, por lo tanto, la temporada en la que ocurrió la extinción catastrófica», afirma Jeroen van der Lubbe, de la Universidad Libre de Ámsterdam.

Esa información, sumada a una línea adicional de evidencia proporcionada por la distribución, formas y tamaños de las células óseas, que también fluctúan con las estaciones, reveló que los peces murieron en primavera . Además, uno de los peces espátula estudiados se sometió a un análisis de isótopos de carbono estables para mostrar su patrón de alimentación anual. La disponibilidad de zooplancton, su presa preferida, oscilaba estacionalmente y alcanzaba su punto máximo entre la primavera y el verano. Antes de morir, este desafortunado ejemplar todavía no había llegado al clímax de la temporada de alimentación.

[Descubren en los Pirineos un dinosaurio tan grande como un autobús articulado]

La ventaja del otoño austral



Melanie During recupera el fósil de un pez espátula en el depósito de Tanis JACKSON LEIBACH

Durante la última edad del Cretácico, el clima de la actual Dakota del Norte tenía cuatro estaciones que han sido documentadas en registros de los anillos de los árboles recuperados de otros yacimientos. En invierno, las temperaturas oscilaban entre los 4ºC y los 6ºC, mientras que en verano el promedio era de 19ºC.

El momento del impacto catastrófico habría coincidido con una etapa particularmente sensible para las muchas especies del hemisferio norte que se reproducían y tenían descendencia durante la primavera. Animales con tiempos de incubación más prolongados, como los pterosaurios y la mayoría de los dinosaurios, eran posiblemente más vulnerables a cambios ambientales repentinos.

Sin embargo, los ecosistemas del hemisferio sur, que fueron golpeados durante el otoño austral, se recuperaron hasta el doble de rápido que los del norte. Por ejemplo, el refugio subterráneo posiblemente contribuyó a la supervivencia del cinodonte , que pertenece al grupo que dio origen a los mamíferos. Del mismo modo, los incendios forestales a gran escala a través del hemisferio sur pudieron haber sido evitados por los mamíferos en hibernación que ya estaban cobijados en madrigueras antes del invierno austral.

Otros modos de latencia estacional o letargo, que hoy en día practican diversos mamíferos y ciertos anfibios, aves y cocodrilos , podrían haber facilitado una mayor supervivencia bajo tierra. «Nuestros resultados ayudarán a descubrir por qué la mayoría de los dinosaurios se extinguieron mientras que las aves y los primeros mamíferos lograron evadir la extinción», concluye Melanie During, de la Universidad de Uppsala.

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